He estado dormida tanto tiempo, arremolinada en las
bitácoras, nómada en la ciudad, sedentaria en las galaxias de libro y tumbona.
Ahora quiero volver a destruir las copas que contienen el vino, necesito
saborear esos cristales cortantes, para libar sin recipiente, con la lengua de
las flores.
Penden nuevos mitos de los árboles. No sé dónde
estoy. Noto ese muro de ruido de las grandes ciudades y ese bulto de tristeza
no llorada en el estómago.
Tal vez precise de esta soledad para elaborar una
historia. Gracias a esa soledad, he comprendido que los árboles hablan el mismo
idioma que mis órganos internos y que nuestra lengua es como cualquier otro
reclamo de ave.
Ignoro si este vacío será bueno para crear un cosmos.
Adiós a la droga dura de la duda.
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