Enmudeció
sus oídos y, cuando las propias voces imaginarias se disiparon, logró
convertirse en canal de la vieja canción del mundo. Esa melancolía del cosmos
danzante, la música de las esferas, la vibración de las galaxias, la
palpitación de la sangre caliente bajo la piel, todo aquello, se transformó en
un libro invisible, cuyo lenguaje logró descifrar el poeta.
Si quieres ser escritor o ya lo
eres, estás familiarizado con esa cabeza de embudo. Te habrás encontrado ante
el dilema de tener, a lo sumo, un trabajo de media jornada y escuchar en tus
ratos libres a las musas, o la necesidad imperiosa de convertirte en vehículo
del logos, a tiempo completo, aun a
riesgo del áscesis la pobreza, de la muerte del materialismo.
¿Qué
tamaño de tuerca soy y qué tornillo podría apretar?
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