viernes, 17 de julio de 2015

Decorado de tristeza

Manifiesto de la olla melancólica
Sobre la retórica vacía
             Los sentimientos puros caen ante el peso de la retórica. Existe una idiotez con tendencia a la profundidad, un nihilismo de las palabras. Algunos poetas extraen su obra de una especie de olla mágica donde nadan esas palabras bonitas que suelen gustar a la gente, a veces por ininteligibles, otras por audaces. Y, mediante enlaces determinados, el “poeta” pesca vocablos como si fuesen truchas.
¡Ya está! ¡Del sombrero se saca un conejito! Y so pretexto de estar utilizando las llamadas metáforas, y toda esa flota de recursos estilísticos, el autor se jacta de la sublimidad máxima.
El ser humano busca entre los libros mentiras reales. Los conceptos deben prevalecer por encima del fin estético, y han de ser expresados con sencillez, que no simplicidad.  
Me harté de las ollas con palabras mágicas.  Y de los hipócritas que llamándose poetas dicen vivir en la dulce rosa y miel de nenúfar sobre laberinto, o amor color de hiel, sobre el verde de tu piel, o sobre el mar yo lloraré con collares de Babel, o tralarí, tralará, el océano de tu juventud es un triste alud de esperanza, o tus labios saben a leche ordeñada de dos mil tarros de mermelada, o moriré porque no me rescató el ángel de tus entrañas.
Decidme si alcanzará el día en el que el arte escuche el llanto de los que lloran. Decidme si alguna vez será justo con la necesidad del que lo clama. Decidme si el verdadero escritor no escribió para decir una sola verdad al mundo y saciar así su desconsuelo. Decídmelo, malabaristas de circo, charlatanes estruendosos que encerráis la belleza de la vida entre vuestro dinero e hipócritas formas. Susurrad si lo deseáis, por una vez os escucho.
Nació el mercantilismo literario.  Nació el capitalismo artístico. Nació el vacío enmascarado. Decidme por qué son tan esplendorosos los ropajes y tan pobre el cuerpo.

El verdadero arte es silencioso.  Levita sobre el movimiento de las copas de los árboles, bajo los párpados del enfermo,  en las mejillas del que derrama lágrimas, en la sonrisa del que ha intuido el fondo de este pozo lleno de infinito. Y, alguna vez, la inspiración te abraza cuando aún no has desarrollado los reflejos de fotografiar a la musa traviesa que te incita a vivir. 

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